¿Por qué hay que luchar por la educación pública?

Queridos compañeros (y sí, digo compañeros, a pesar de los años):
No sé muy bien cómo empezar esto, a muchos de vosotros no os importará y la gran mayoría ni llegará a leer estas líneas, pero me conformo con dos o tres, con dos o tres posibilidades de cambiar algo. Quizás no sirva para mucho, quizás os haga pensar… Quién sabe.

Hoy, después de casi cuatro años, he ido a visitar a mis profesores del instituto y he comprendido que hay cosas que no se pueden describir. Parece que fue ayer cuando todavía corría por los pasillos, iba a comprar los bocadillos de bacón con patatas en la cafetería (Espero que los sigan haciendo), compraba los cartoncitos de fotocopias, o llevaba la raqueta de bádminton (esa que sólo puedes guardar en la taquilla que alquiláis entre dos o tres), pero no, han pasado ya cuatro años que han cambiado todo. En estos cuatro años he vivido muchas novedades en la vida, algunas buenas como la Selectividad, el inicio en la Universidad (las fiestas), las primeras prácticas en mi futuro empleo… Y otros no tan buenos y mucho más nefastos, entre ellos la crisis, el cambio de gobierno, los recortes en educación, pero a pesar de todo, de algún modo, entre los pasillos del instituto me he vuelto a sentir muy niña.

He vuelto a recodar instantáneamente dónde estaba cada clase, la distribución de las aulas, primer piso derecha las de matemáticas, planta baja derecha los laboratorios, segundo piso izquierda las de latín, griego, inglés y filosofía… y así podría describir todo el edificio. He recordado todas las pérdidas que viví en los años que estuve allí, los minutos de silencio en el patio exterior, la música que sonaba, el consuelo que nos dábamos unos a otros. He vuelto a ver caras conocidas y recordado con cariño la de horas que hemos pasado juntos, la paciencia que han tenido siempre… Incluso he saludado a profesores que pensaba que ya no se acordarían de mí y que para mi sorpresa una sonrisa les ha llenado la cara nada más verme.

Supongo que el hecho de haber viajado en el tiempo me ha devuelto una sensación que sólo tienes cuando regresas a un lugar en el que has sido realmente feliz. Porque os lo creáis o no, estáis en una etapa maravillosa, aunque ahora mismo pueda no parecéroslo. Sé que es difícil pensar que estos años son tan buenos como digo cuando estáis dentro, con la presión de los exámenes, los deberes, los líos entre amigas y amigos, pero creedme, guardaréis amigos para el resto de vuestra vida. Otros se irán, pero siempre quedarán algunos, los que han importado realmente.

No sabréis lo realmente importante que es todo lo que os enseñan hasta que tengáis que enfrentaros con larguísimos textos científicos, formulación orgánica, complicadas fórmulas matemáticas o directamente cuando tengáis qué plantearos el tipo de persona que sois, cuándo seáis conscientes de que en el instituto además de conocimientos, os enseñaron a ser personas. Al final, os daréis cuenta cuando estéis delante del examen de selectividad de que estáis preparados, realmente preparados, os daréis cuenta de que vuestro nivel es superior o igual de bueno que el de escuelas privadas… que la educación pública también funciona y que es gracias a esos profesores que os han estado guiando todo este tiempo que el día de mañana podréis llegar a ser cualquier cosa que os propongáis.

Con el tiempo, cuando volváis unos cuantos años después, con más canas, más kilos, y más recuerdos, pensaréis en lo buenos que fueron estos años, en lo mucho que hicieron esos profesores por vosotros y recordaréis melancólicamente que nunca los valorasteis suficiente, que nunca habéis disfrutado del instituto como se merece, como os habría gustado hacerlo.

No sé si los lectores de más edad compartirán este sentimiento conmigo, pero yo me siento orgullosa de poder compartirlo con vosotros. Ahora decidme, ¿Acaso no vale la pena luchar por estos recuerdos? ¿Acaso no deberíamos tener todos las mismas posibilidades de vivir algo así? ¿Están reservadas estas vivencias para unos pocos? Yo creo que no.

Supongo que al final de todo, lo que nos queda en la vida, no son más que recuerdos. Tengo muy claro que a pesar de que mi tiempo haya pasado, espero que mis hijos puedan vivir y crear sus propios recuerdos, que cuando pasen los años puedan seguir pensando que sus profesores eran únicos. Espero que todos estos sentimientos y recuerdos no desaparezcan porque a fin de cuentas, compañeros, es por esto, por el futuro de los siguientes, de nuestros hijos, hermanos, sobrinos, primos… por quién sea, por lo que merece la pena seguir adelante.

Siempre vale la pena luchar por un sentimiento, por un futuro, por la posibilidad de que alguien llega a ser lo que desea.
Arabella Castro López.
Promoción 2004/2008

No hay comentarios:

Publicar un comentario