De
juegos, de sueños, de tizas.
El
proyecto Rayuela como modelo
de sensibilización
Tenéis
en la mano el número cinco de Rayuela dedicado a la crisis de
refugiados que vivimos en esta débil Europa.
Pretendemos
en este número aunar diversos puntos de vista, literarios,
políticos, filosóficos e institucionales, para visualizar la
actual situación de los refugiados desde una perspectiva plural y
crítica.
Quisiéramos
agradecer, en primer lugar a todos los colaboradores, sus
reflexiones y que hayan sido tan generosos con su tiempo. Sin duda,
la lectura de sus artículos nos ofrecerá nuevas formas de entender
nuestro presente.
Rayuela
es un proyecto educativo y como tal hay que entenderlo. Quisiera
agradecer a mis alumnas y alumnos de Sociología de segundo de
bachillerato su paciencia, potencia, e inteligencia a la hora de
coordinar la publicación. Escriben, corrigen, leen, discuten. Sin
ellos este proyecto sería imposible.
Desde
el inicio Rayuela surge como un proyecto crítico. Las políticas
educativas de los últimos gobiernos conservadores han sido tan
vejatorias para la comunidad educativa que cualquier proyecto que
defienda las humanidades, el arte, la literatura, la filosofía, la
ciencia y el cultivo de las mismas, ese proyecto que decía Stuart
Mill que nos separaba de las bestias, necesariamente tenía que ser
crítico, reflexivo, directo. Rayuela es un pequeño contrapoder.
Surgimos
como un juego cortazariano, la búsqueda del cielo desde una
aburrida y a menudo tediosa rutina escolar. Nuestros jóvenes
estudiantes agradecen nuevas narrativas y juegos de experimentación,
ellos aún no se han acomodado en excusas para dejar de jugar.
Rayuela nace para jugar, experimentar y aprender de nuestros
alumnos.
Los
que vivimos Rayuela desde dentro tenemos un agradable sabor de boca.
Hemos subido algunas casillas en nuestro peculiar Sambori. Hemos
atrapado grandes sueños. De nuevo gracias por la valentía de
profesores, alumnos, exalumnos y amigos por vuestro esfuerzo. En el
fondo para hacer una rayuela solo se necesitan amigos una tiza y a
jugar.
Joan
Aucejo
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