Preparados,
amen, fuego.
Caen
como moscas dejando el peso muerto sobre ninguna novedad de
sufrimiento, dolor sobre dolor.
¿Quién habla de edad cuando se trata de balas?
La mirilla no selecciona al objetivo, no tiene preferencias; el sujeto no se da cuenta.
A veces, el asesino utiliza sus armas de anestesia para poder jugar con la víctima porque, efectivamente, eso es lo que hace, convertirla en suya. De lo que no se da cuenta es de que jugar con veneno puede acabar llenándote las manos de él, y en ese entonces, quien parecía ser el dueño del fuego, se ha encontrado por primera vez la espalda llena de cortes ardiendo con su propio veneno.
Él ha disparado, pero la pregunta es... ¿Duele más el disparo en el brazo? ¿O las heridas envenenadas?
¿Quién habla de edad cuando se trata de balas?
La mirilla no selecciona al objetivo, no tiene preferencias; el sujeto no se da cuenta.
A veces, el asesino utiliza sus armas de anestesia para poder jugar con la víctima porque, efectivamente, eso es lo que hace, convertirla en suya. De lo que no se da cuenta es de que jugar con veneno puede acabar llenándote las manos de él, y en ese entonces, quien parecía ser el dueño del fuego, se ha encontrado por primera vez la espalda llena de cortes ardiendo con su propio veneno.
Él ha disparado, pero la pregunta es... ¿Duele más el disparo en el brazo? ¿O las heridas envenenadas?
"Se
oye una salva,
alguien
ha caído,
el supuesto asesino ha huido,
la supuesta víctima un alma blanca le ha recogido."
Somos nuestras propias alabardas de destrucción masiva, unas veces somos el herido, otras la cuchilla.
el supuesto asesino ha huido,
la supuesta víctima un alma blanca le ha recogido."
Somos nuestras propias alabardas de destrucción masiva, unas veces somos el herido, otras la cuchilla.
Arancha González
Ferriol
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