“Mientras aliente y pueda no cesaré de consagrarme a la filosofía, de daros consejos (…). Me absolváis o me condenéis, nunca jamás obraré de otro modo, así tenga que sufrir mil muertes.” Apología de Sócrates, Platón
La desobediencia civil es desobediencia a leyes injustas. El escritor estadounidense Henry David Thoreau (18171862) describió los principios de la desobediencia civil en el escrito titulado con este mismo nombre, Desobediencia civil (1849). Thoreau arremete contra el gobierno de su época, un gobierno que, como señala el propio escritor, carece de vitalidad y de fuerza. Pero no por ello es menos necesario. El pueblo necesita esta “complicada maquinaria” que es el gobierno para satisfacer su idea de gobierno. A diferencia de aquellos que se muestran contrarios a la existencia de un gobierno, Thoreau solicita, no que éste desaparezca, sino un “mejor gobierno inmediato”; un gobierno que haga que su país sea libre, un gobierno que eduque. El gobierno para Thoreau es “un mero recurso por el cual los hombres intentan vivir en paz.” (Thoreau, 2009, p. 38)
La desobediencia civil de Thoreau está lejos de ser desobediencia sin más. El peso de la expresión “desobediencia civil” no recae en la palabra “desobediencia” sino en “civil”. Tal y como la planteó en su día Thoreau, la desobediencia civil no sólo es desobediencia a modo de protesta, sino, fundamentalmente es obediencia a leyes superiores que nos ofrezcan una vida superior, una vida satisfactoria. La desobediencia es lo que sigue a la obediencia, es decir, el acto que es consecuencia de la propensión a obedecer buenas leyes cuando estas no lo son. El gesto de la desobediencia civil no sugiere por ello el caos que acarrea la desobediencia total, se trata más bien de ser un buen ciudadano, un ciudadano dispuesto a obedecer sólo a la mejor ciudad posible, a las mejores leyes posibles. Y la mejor ley posible para Thoreau es aquella que nos hace gastar noblemente cada día.
Thoreau habla de ser un buen ciudadano y un mal súbdito. El buen ciudadano no es aquel que cumple sin más el deber de obedecer los mandatos del Estado, sino aquel que está dispuesto a obedecer sólo a la mejor ley posible, a la ley superior, siendo así un ciudadano crítico y exigente. Thoreau sanciona la consecuencia frecuente del indebido respeto a la ley. Esta consecuencia no es otra que aquella que lleva a los ciudadanos a servir al Estado no como hombres, sino como máquinas. Máquinas carentes de un espíritu libre y crítico. No tienen más valor que un hombre de madera, como dice Thoreau, sin sentido moral. Estos “súbditos”, sin embargo, son por lo general considerados buenos ciudadanos. Frente a ello, el gesto thoreauviano de la desobediencia civil guarda una fuerte reflexión, plasmada en las palabras del propio Thoreau: “yo creo que deberíamos ser hombres primero y ciudadanos después. Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo. (…) La ley nunca hizo a los hombres más justos.” (Thoreau, 2009, p. 39). La educación es el principio capital que legitima una sociedad. Este hombre que antes de ciudadano debe ser hombre se constituye como tal gracias a la educación. Y quizá la educación más genuina es la educación filosófica, una educación socrática capaz de sacar a los hombres de la caverna como verdaderos hombres pensantes, hombres capaces de pensar por sí mismos. Hombres y no máquinas.
La actitud thoreauviana frente a su gobierno y su reflexión acerca de él nos lleva hoy a plantearnos algunas cuestiones. ¿Cómo actuar frente a un gobierno que impone leyes injustas? ¿Qué hacer ante esas leyes? ¿Y ante una ley como la LOMCE que no vela por los intereses de toda la población, sino sólo por los de un sector determinado? ¿Nos conformamos con obedecer estas leyes sin más o intentaremos hacer algo para cambiarlas? En definitiva, ¿cómo debemos actuar ante el gobierno español de hoy?
Thoreau estuvo encarcelado durante una noche por negarse a pagar a lo largo de seis años los “impuestos sobre los votantes”, porque el gobierno estaba llevando a cabo la guerra contra México y la esclavitud. Se rebeló y se sublevó de este modo contra el gobierno, porque según sus propias palabras: “no puedo reconocer ni por un instante que esa organización política sea mi gobierno y al mismo tiempo el gobierno de los esclavos.” (Thoreau, 2009, p. 41) Para Thoreau idealmente el sistema corrupto no existe, por ello lo ignora y actúa en consecuencia. A fin de expresar así la poca satisfacción de uno frente a las leyes impuestas, Thoreau propone el derecho a la revolución, entendido como “el derecho a oponerse al gobierno (...) cuando su tiranía e ineficacia sean desmesuradas e insoportables.” (Thoreau, 2009, p. 41). La propuesta pacífica de sublevación que Thoreau plantea supone quebrantar la ley cuando el cumplimiento de ésta nos hace ser agentes de la injusticia. Lo grave para Thoreau, en este sentido, está en llevar a cabo el daño que uno mismo condena. Esta actitud que en su día Thoreau llevó a cabo a modo de protesta, es el reflejo de la actitud de un hombre capaz de pensar por sí mismo.
La LOMCE, también conocida como Ley Wert, ha sido el detonante de diversas controversias en los sectores políticos y sociales, debido a los grandes cambios que ésta ha causado actualmente en el sistema educativo español. Con la reforma educativa de la LOMCE salen perdiendo la enseñanza artística, la tecnología y la filosofía, que pierden la condición de obligatorias y pasan a ser optativas, provocando así la pérdida de puestos de trabajo del profesorado de esas materias. ¿No se presenta entonces esta ley de educación más bien como una “ley antieducación”? ¿No pretende la LOMCE, reduciendo la enseñanza filosófica y atacando de este modo al sistema educativo en general, silenciar las voces con actitud crítica –como la de Thoreau–? Si, según nos dice Thoreau, la desobediencia civil es desobediencia a leyes injustas, ¿no es la más injusta de las leyes aquella que pretende eliminar aquello que forma a individuos capaces de oponerse a leyes injustas?
“¡Loado sea el hombre auténtico que, como dice mi vecino, tiene un hueso en la espalda que le impide doblegarse!” (Thoreau, 2009, p. 45)
Thoreau, Henry David. Desobediencia civil y otros escritos. PC Biblioteca Pensamiento Crítico, 2009.
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