Años de alambradas culturales

«Sésamo, ¡ábrete, quiero salir!»
STANISLAW JERZY LEC

Nos apropiamos de este título cortazariano para hablar del gusto de nuestros gobernantes por las alambradas. Visitan Ceuta y Melilla y las miran, las miman, las reforman obsesivamente y las defienden. Les seducen las alambradas, no cabe duda, y las adornan con alambres de espino  y concertinas, esas cuchillas de la infamia. Nuestros gobernantes se deleitan separando lo blanco de lo negro, no les gusta lo mestizo y por eso levantan muros cada vez más altos para separar un pobre y roto Sur de un Norte que ha perdido el corazón. Pero todos sabemos que esas  infames alambradas no pararán a quienes sufren todos los días por otras cuchilladas más crueles, las del hambre y la guerra.
En España hay más alambradas, y también nuestros gobernantes las cuidan y las miman, y también como las de Ceuta y Melilla cortan, cercenan, laceran y separan, nos referimos a las alambradas culturales.
Una verdadera democracia debe establecer claramente límites a la imposición de valores y creencias por parte de los gobiernos. Hay que apuntalar lo político frente a tradiciones y creencias particulares. Pero lejos de un verdadero liberalismo político, asistimos a la imposición de los valores de unos pocos sobre la mayoría como se observa en temas tan cruciales para el entendimiento y convivencia entre los ciudadanos como el aborto o la educación.
La división de poderes, la defensa de derechos fundamentales o la democracia deberían ser  valores nucleares a los que pudiéramos adherirnos todos los ciudadanos aunque tengamos distintas creencias, imágenes del mundo o religiones. Esa es la base de la tolerancia cultural y política.  Frente a dicha tolerancia nos vemos enfrentados al totalitarismo cultural de quienes han decidido imponer por decreto a la mayoría sus creencias y valores, y esa es la razón de que levanten cada vez más altas alambradas culturales. En este sentido no es casual que se elimine la Filosofía del sistema educativo español, puesto que la filosofía lleva en su interior el sello de la crítica. Marx, Freud, Nietzsche y tantos otros filósofos se han encargado de sospechar de y criticar a la cultura occidental tanto en el ámbito económico como en el ideológico o cultural. Eliminar la filosofía es eliminar la capacidad de nuestros alumnos para ejercitar el pensamiento crítico y reflexivo.
Pero las alambradas culturales han de ser mayores para lograr imponer sus creencias. Su ataque no va dirigido solo al pensamiento crítico que supone la filosofía sino que además se trata de un ataque contra la cultura, al menos, contra un concepto ilustrado de cultura. El proyecto ilustrado pensaba en la emancipación de la humanidad a través del conocimiento y las artes, siendo los conceptos de cultura e ilustración en este sentido prácticamente sinónimos. Resulta evidente que este gobierno no es un gobierno ilustrado cuando ataca a la filosofía, la música, las artes y las humanidades en su conjunto.
El entusiasmo y la preocupación por formar ciudadanos críticos y libres fue un proyecto de toda la ilustración europea. “¡Sapere aude! Ten valor para servirte de tu propio entendimiento”, fue el lema de la Ilustración tal y como lo entendió Kant, pero por desgracia en este país la contrailustración cultural sigue levantando alambradas con un fuerte hedor a rancio y a cirio.
Huele a rancio cuando se impone a nuestros pequeños alumnos de primaria que estudien “els bous al carrer” el curso próximo “para dar a conocer a los estudiantes el patrimonio material, inmaterial, natural y humano de la Comunitat Valenciana”, según palabras de nuestros máximos responsables en materia educativa. Dudamos que la mayoría de valencianos acepte que se incluya en el currículo de primaria el sufrimiento y el dolor de los animales como un espectáculo. Así como huele a rancio que al cine comercial se le aplique un 21% de IVA, mientras que al cine de contenido pornográfico solo se le aplique un 4%.

Hay más alambradas, sí. Este gobierno debería darle medallas a los maestros y profesores de la escuela pública por su dedicación, constancia y desvelo por sus alumnos y no medallas de oro al mérito policial a la Virgen María del Amor.
Vivimos años de alambradas culturales, años en los que hemos de soportar  la estética de la ignorancia, la estética del “desprecio cuanto ignoro”, como diría Machado, la estética del  totalitarismo cultural. Pero al igual que los inmigrantes subsaharianos también nosotros saltaremos esas miserables alambradas porque hace mucho que dejamos de ser súbditos.
Ni se acaba por decreto con 2500 años de filosofía ni con la cultura, pues la cultura no es un lujo sino un derecho, y como todos los derechos, se defienden. Al menos eso pensamos desde Rayuela, comprometidos con la defensa de una educación pública y laica que fortalezca espacios de deliberación pública.
Como dijo Rosa Luxemburgo: “quien no se mueve no nota las cadenas”.

Joan Aucejo, profesor de Filosofía y Sociología

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