Juego de espejos

“Lo escribimos, como una medalla es al mismo tiempo su anverso y su reverso que no se encontrarán jamás, que sólo se vieron alguna vez en el doble juego de espejos de la vida”          Julio Cortázar  
            
Uno de los problemas o retos (según se mire) que con más frecuencia se nos plantea a los profesores de literatura es cómo hacer entender o sentir a nuestros alumnos más jóvenes que la literatura no es un tomo ajado y polvoriento que nada tiene que ver con sus trepidantes y tecnológicas vidas “reales”. De hecho, me fastidia cuando tengo que dar por buena la definición tan simple que aparece en el libro de texto de 1º de ESO: “El texto literario es una forma de expresión artística en la que el autor emplea de forma espacial el lenguaje, para crear belleza con las palabras, expresar sentimientos y reflejar un mundo de ficción imaginario”. La primera parte la puedo asumir, pero nunca he entendido muy bien lo de “mundo de ficción o imaginario”. Está claro que se refiere a lo “no real” en su sentido literal, pero ¿de verdad está tan clara la línea que separa la realidad de la ficción?, ¿acaso no se inventan las historias a partir de seres reales, de lugares que podríamos situar en el mapa, de sucesos que podríamos rescatar de un sueño que parece tan real cuando despertamos? ¿Acaso no estamos así indagando en “lo posible”? Estoy segura de que también los escritores siguen este proceso. Las fronteras (las geográficas y las metafóricas) son siempre tan artificiales que se da el caso que me comentaba hace poco una amiga de que en Psiquiatría y en Psicología clínica algunos personajes literarios sirven para analizar y estudiar determinados trastornos. Otro ejemplo más de que la realidad y la ficción caminan de la mano.              
Si me fijo ahora en otro de mis cuentos favoritos de Cortázar, “Las caras de la medalla” (1977), conmovedor y genial, me doy cuenta de que a esta idea le añade un matiz más. Cortázar siempre va más allá. Es la no historia de amor entre dos personajes. Lo cual nos sumerge en una paradoja. Una contradicción aparente. Mireille y Javier trabajan para el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear en Ginebra, ciudad en la que vive ella y a la que él acude con contratos temporales pero frecuentes. Se conocen desde
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Del lado de acá / Literatura
hace tiempo, pero aunque ambos se atraen, Javier está casado y tiene su vida en Londres y Mireille es esquiva y demasiado discreta. Un día, después de compartir un café, los acontecimientos se precipitan inexplicablemente y acaban compartiendo música y algo más en la cabaña de Mireille. Tras dos encuentros fugaces e intermitentes, su relación seguirá instalada en el lugar de la cortesía, de la corrección, enfriándose cada vez más con el paso del tiempo, incapaces ambos de dar ningún paso más, por no darlo en falso. La frustración que los lectores sentimos al terminar de leerlo ejemplifica, una vez más, que nos interesa tanto la historia que fue como la que podría haber sido. Tal y como leí el otro día en la reveladora cita que encontré en el Facebook de un amigo y que me inspiró este artículo: “La realidad no me interesa en absoluto, Sergio ­me dijo en cierta ocasión­. Lo realmente importante es lo probable, lo que aún es posible, lo que no fue pero puede ser. Todo aquello que obviamos, que dejamos orillado, inconcluso: la cara de abajo de la moneda.“ (En "gotas.de.mercurio", de Edson Lechuga).
Así que, al final, ¿qué más da?, realidad, ficción, imaginación, posibilidad, creación… Es todo lo mismo: la realidad y sus grietas. En definitiva, la literatura no es más que ese infinito libro que nunca para de crecer  en el que se recogen todas las vidas que quisiéramos vivir, todos los lugares que quisiéramos habitar, todos los sueños que quisiéramos creer y todas las personas que quisiéramos ser. Ya sé que esto mismo lo han dicho muchos otros antes que yo, pero es que ¿no os suena esto tan emocionante como para salir corriendo y devorar el primer libro que caiga en vuestras manos?   

 *”Las caras de la medalla” está extraído de Alguien que anda por ahí, obra publicada en México en 1977 y que fue censurada en Argentina por el régimen militar.

Marta Cortés Ventura, profesora de Lengua y Literatura

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