Compañera de mi viaje

Acudí al médico un 11 de noviembre. En ese momento, la doctora le dijo a mi madre que si podía permanecer fuera unos segundos. Imaginaos la cara de la niña de seis años que permaneció dentro de la consulta… no sabía por qué motivo había dicho eso la doctora... fue extraño porque nunca me habían dicho algo así las veces que había ido al médico. Al salir de la consulta mi madre me dijo que nos íbamos a La Fe. Yo no entendía nada, estaba rodeada de un mar de dudas ya que, por la cara que mostraba mi madre, no debía ser nada bueno.
La miré y le pregunté: “Què passa, mami?”. Me dijo que me habían detectado una enfermedad que me impedía comer azúcar y que me iban a ingresar. Al escuchar eso me tranquilicé, pensé que no era nada malo; total, no solía comer "marranadas", no era una niña golosa.
Llegamos al hospital y me sacaron sangre, mi índice de glucosa era muy alto pero aún podría haber sido peor. Estuve quince días ingresada y, en ese tiempo pude comprobar que aquello que me dijo mi madre de: “No pots menjar sucre, filla”, no se quedaba sólo en eso: debía seguir una dieta para controlar los alimentos que ingería, comer pocas cantidades de hidratos de carbono (ya que a la larga se convierten en azúcares), me informaron de las hipoglucemias e hiperglucemias (bajadas y subidas de azúcar) y decidí que mis favoritas serían las bajadas ya que debería comer azúcar y eso para mí era como un premio (sin olvidarme de que ambas son perjudiciales para el azúcar), y por último y esencial en todo esto, debía hacerme todos los días tres o cuatro controles de glucosa para saber qué cantidad de insulina debía pincharme. En fin, a pesar de todas las pautas que nos iban dando y que mis padres anotaron preguntando a la mínima duda, para mí esos 15 días no fueron malos. Estuve bien, ya que pincharme no me hacía daño y me lo pasaba genial con mi compañero de habitación jugando y mirando películas, y más aún si venían payasos y nos hacían pasar una mañana en grande por ser el Día Mundial de la Diabetes (14 de noviembre).
Cuando llegué al colegio todos mis compañeros me preguntaban qué me había pasado y yo les decía lo que me dijo mi madre en aquel momento: “No puc menjar sucre i me punxe”. Recuerdo que no había día en que no le dijese a alguna persona: “No puc menjar” y esta no entendiese el por qué, y ahí estaba yo, haciendo la explicación de lo que me sucedía.
Bien, llevo ya 12 años siendo una persona diabética y cuando lo pienso parece que fue ayer cuando me lo diagnosticaron. Sé que será mi compañera durante toda mi vida, que me va a acompañar siempre y lo acepto. Acepto la condición de cuidar de ella, pues cuidando de ella me cuido a mí misma, y eso es lo principal.
La diabetes forma parte de mi vida y me tocó a mí como le puede tocar a cualquier otra persona, pero esto no supone ningún obstáculo en mi vida, para nada.

Lara Gómez Tortajada, alumna de 2º Bachillerato A

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