Hacia delante, con impulso

Nos empeñamos en querer saberlo todo, el porqué de un día gris, de una lágrima o de un beso. Desde siempre se ha intentado saber por qué estamos aquí, por qué vivimos donde vivimos y somos como somos. El problema es que nunca logramos adivinar qué ocurre a nuestro alrededor con toda precisión.
Existen diversas razones de por qué la gente viste como viste o de por qué prefiere el azul antes que el rojo, pero nunca hemos sabido responder a todos estos porqués con apenas un poco más de unos cuantos porque sí. Tampoco queramos saberlo, existen carreras para adivinar la forma de actuar de las personas y aun así, siempre acabamos sorprendiéndonos de todo lo que podemos aprender. Y, ¿no será que primero hemos de saber conocer  y comprender quién somos para saber de dónde venimos o hasta dónde podemos llegar? Lo dice una persona a la que le gustan las matemáticas y todas las ciencias en general. Una persona curiosa que le gusta que todo sea preciso, exacto y metódico. Y es que 2+2 son 4 aquí y en la India. Las matemáticas son esa ciencia exacta que nos permite entendernos con un chino o un inglés. Pero el mundo sería demasiado aburrido si todo fuese siempre igual.  ¿Dónde queda la diversidad de opiniones, de razones o de ideas? Para ello, debemos formarnos, aprender sobre las costumbres, las tradiciones y las personalidades de los miles de millones que pueblan la Tierra. Y ésto, señores, no lo ofrecen las matemáticas. Las personas somos seres sociales ­menudo tópico­ y es que si me quedara sola como única habitante de este planeta las ciencias no me servirían de nada más que para darme cuenta de que uno siempre es uno y de que yo sola no soy nada si no hay alguien que me haga comprender quién soy. Es por eso que necesitamos de la filosofía, que nos ayude a conocer a los demás, a relacionarnos, pero sobre todo a conocernos.
No debemos creer que la filosofía o la ética que estudiamos son meros autores perdidos en el tiempo, aunque siempre recordados, sino que existe algo más allá que no podemos ver. Eso es lo que tenemos que aprender de la filosofía.
No debemos pensar en para qué sirve porque en este mismo momento estamos demostrando dónde empieza y acaba nuestra ignorancia. Todo sirve para algo. Es por ello, que debemos defender aquello que nos ayuda, nos hace fuertes, pero sobre todo inteligentes.  Además, debemos aprender que siempre falta algo, incluso el mejor en algo no lo es en todo, cualquier récord del mundo queda sustituido por otro posterior, incluso cualquier estrella acaba apagándose y quedando ­como todo­ en el olvido. Por eso es imposible saberlo todo, pero sí podemos hacer que lo que sepamos sea lo mejor. Porque, sin duda, eso es lo que nos hace grandes. Debemos mirar hacia delante, pensar en nuestro futuro, en lo que nos queda por crecer y a las futuras personas que faltan por nacer.
¿De verdad deberíamos confiar en un mundo mejor sin la filosofía? Defender nuestros derechos es parte de nuestra vida porque si nos los quitan, ahora sí que no nos queda nada. Bueno sí, quizá las matemáticas. Defended la filosofía, ya no cómo la estudiamos o como está orientada en nuestros estudios tanto pasados, actuales o futuros sino defended vuestro derecho al saber. Pensad en el futuro. Hacia delante, con impulso.

María Marco Piá, alumna de 2º Bachillerato C

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