Corregirse o Buscar la mejor versión de uno mismo



    En mis clases siempre estoy repitiendo obsesivamente la idea de lo importante que es revisar y corregir los escritos propios. Hasta llegar a ser un tanto pesada. “¿Lo has repasado? ¿Has corregido las faltas? ¿Las has copiado? ¿Esto está revisado? ¿Habéis releído el texto? ¿Habéis detectado algún error de redacción? ¡Este texto está mal puntuado! ¡Esto no se entiende!” Etc., etc. Así me paso los días, sintiéndome a veces un poco loca y casi siempre muy incomprendida. Quizá mis alumnos de segundo de Bachillerato pensaron que, definitivamente, había perdido el norte cuando dediqué una clase en exclusiva al asunto: la corrección de estilo. Asunto que se basa fundamentalmente en lo siguiente: puedo escribir una misma idea de mil formas diferentes, pero voy a intentar elegir, dentro de mis posibilidades expresivas, la mejor. Espero que entendieran que lo único que hice fue centrarme un día en algo que me preocupa muchísimo todo el resto de días, en cada ejercicio o examen que les corrijo, cada vez que leo algo escrito por ellos o, en general, por vosotros.
    No tengo la intención de que os convirtáis en literatos o periodistas cuando os pido que me escribáis narraciones, descripciones, cartas, diarios, opiniones personales, comentarios de todo tipo, críticas televisivas… Ni tampoco quiero convertiros en filólogos cuando os hago analizar textos buscando cosas que no os importan nada como adjetivos, sustantivos abstractos, pretéritos imperfectos de indicativo, deixis, conectores o todos los elementos de cohesión. Sé que es un trabajo que os resulta pesado, aburrido y hasta absurdo.
    Pero os aseguro que no lo es. Así, a corto plazo, la verdad es que lo parece. Pero con el tiempo, uno se va dando cuenta de que cuanto más ha escrito y más ha leído, cuanto más ha corregido y analizado, más facilidad tiene para escribir LO QUE SEA y para leer LO QUE SEA, incluso para hablar y así comunicarse con fluidez con los demás. Y la comunicación es una actividad básica que nos define como seres humanos. Por tanto, cuando salgas de aquí, además de sentirte, seguramente, liberado, verás que tendrás que seguir hablando, leyendo, escribiendo, comunicándote en una y mil situaciones distintas. Hagas lo que hagas en tu vida futura.
    La enseñanza de lenguas y sus literaturas es, a veces, bastante ingrata. Porque parece que las palabras no son nada cuando en realidad lo son todo o casi todo. Los profesores, conscientes de esto, intentamos desesperadamente que hayáis buceado tantas veces en los textos y en las palabras que, cuando salgáis de aquí, os sintáis como peces en el agua.
    Todo esto viene a propósito de otro cuento transgresor y complicado de Cortázar: “La barca o Nueva visita a Venecia”. Sin embargo, esta vez no me voy a referir al cuento en sí, sino al prólogo que añade el autor en el que explica, en resumen, que no está convencido ni contento con este cuento. Que lo tenía guardado desde 1954 sin publicar. Que lo ha revisado y que le ha añadido algunos elementos pero que sigue sin convencerle. ¿No es extraordinario y maravilloso que un autor con tal dominio de la lengua y con infinidad de recursos expresivos reconozca que no le ha salido como él quería, que no está satisfecho con el resultado? Hasta dudaba del título y por eso puso dos. Y, si Cortázar se revisa, se corrige y se frustra, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?
    Ser humildes con lo que hacemos, intentar esforzarnos y mejorar cada día son tareas que deberíamos practicar siempre.
Marta Cortés Ventura

⃰“La barca o Nueva visita a Venecia” fue escrito en 1954 pero publicado años más tarde en Alguien que anda por ahí (1977). Una vez más, te invito a leerlo.

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