VIOLENCIA DE GÉNERO


VIOLENCIA DE GÉNERO. REFLEXIONES Y CONFESIONES.
Cada día son más las mujeres que sufren maltrato por parte de sus parejas.
Cada día sufren su acoso, su control, sus humillaciones, sus celos y su desconfianza.
Y cada día observamos preocupados que esta violencia hacia las mujeres comienza a edades más tempranas.
“El tiempo habla”, nos dice nuestra remitente, y vemos con claridad que es  la desigualdad la que está a la base de este problema que es de todos.
Los hijos sufren. Y también lo hacen las familias, los amigos…pero también todos ellos son el apoyo necesario para denunciar, para decir “¡ BASTA YA !”
¡¡No estáis solas!! ¡Nada ni nadie merece que sacrifiquéis vuestras vidas! Esta lucha es la de todos,, hombres y mujeres, mujeres y hombres, que creemos que el amor se ha de vivir desde la igualdad, el respeto y la dignidad.
Ana Domingo.
Profesora del departamento de filosofía.



HOY SOY QUIEN SIEMPRE QUISE SER

Ella es una chica que solo estaba pendiente de su casa. Ella no manejaba dinero, tampoco podía trabajar porque se hacía cargo de los niños; los llevaba al colegio, limpiaba la casa, lavaba la ropa, los recogía, hacia la comida, los llevaba y los volvía a recoger. A uno de ellos lo llevaba a una actividad extraescolar. Todo. No tenía tiempo de nada.
Él traía el dinero a casa, y bajo presión hacia algo, aunque eso podía tener la consecuencia del enfado.
Recuerdo muchos momentos de risas, en esas tardes donde nos reuníamos en el cuarto de juegos y donde el padre atacaba a sus hijos con un tremendo ataque de cosquillas, cuando guanteábamos y por una cosa u otra uno se llevaba un tortazo sin querer pero todo desencadenaba en millones de risas y carcajadas.
Pero no recuerdo cuando cambio tanto la cosa.
Recuerdo estar un día como muchos otros, ella y yo, sentadas en el sofá, yo cepillando su pelo, a ella le relajaba y a mí me encantaba. De repente él entró en el salón y empezó hablar con ella, todo transcurría dentro de la normalidad hasta que él empezó a elevar su tono de voz, cada palabra con un tono más alto, cada palabra clavándose más fuerte dentro de mí, como si de cuchillos hablásemos. No dije nada. Les miraba y de pronto él se fue y yo seguía callada hasta que ella me dijo ''está todo bien, será un mal día''.
No veía que de ahí en adelante cenase con nosotros, ni mucho menos se hiciese la cena, muchas veces el teléfono sonaba durante la cena, salía durante unos minutos y entraba con una bolsa con tuppers, esa era su cena y con el paso del tiempo así fue siendo diariamente la comida y cena.
La familia de ella le decía que su marido le era infiel, que la trataba mal, pero ella no comentaba, prefería no hacer explícitos sus pensamientos. Los fines de semana, muchos de ellos, teníamos la buena costumbre de irnos a cenar a un restaurante de comida rápida, al llegar a casa, ella llevaba una bolsa en la mano, la dejó encima de la mesa y en ese momento él entro en casa y se puso a chillar, ella le pedía que hablasen en otro lugar que los niños estaban delante, lo cual aumentó más su enfado. Recuerdo entrar en la habitación donde estaban discutiendo y verle a pocos centímetros de ella con la mano levantada, entonces su hijo le dijo ''¡¡Papá, ya basta!!''
No sabía qué hacer, me asusté, nunca lo había visto así. Pasados 20 minutos salió de la habitación, abrió la puerta de casa y se fue.
En  casa no se habló de lo que había ocurrido. Me quedé a dormir como casi siempre. Ella y yo, en su cama, cepillando su pelo mientras me cantaba con esa voz tan dulce. Cuando nos despertamos al día siguiente fuimos, como siempre, a desayunar a un bar. Ella un café y yo un vaso de leche.
Habían días mejores, otros no tanto, pero el tiempo habló.
De un día a otro la vi totalmente apagada, le pregunte que ‘‘¿por qué tomaba tantas pastillas?'' y me contestó ''en casa te lo digo''. Al llegar a casa me mostró sus pechos llenos de moratones, en uno de ellos,la prótesis mamaria se le había roto. Le había dado una paliza, no sé si fue la primera, la última no sé, pero al ver semejante imagen se me partió el alma.
Recuerdo que un día me dijo ''son días, y días hay muchos''.
Durante mucho tiempo intenté entenderlo porque estaba presa de la costumbre, y la costumbre es la realidad: espantosa. Muchos golpes, muchos dolores, los físicos los soportaba, los otros me iban matando, pero cuando había gente era un amor, como siempre que estábamos en público, después otro gallo cantaba...
Decidió poner punto y final a todo ello y a día de hoy, ella y sus hijos tienen una vida llena de felicidad. Ella se volvió a casar y tiene una hija preciosa, una vida nueva. Él vive su buena vida con su novia, con el hijo de su antigua pareja.
Recuerdo que cuando acabó la pesadilla, ella me dijo ''valió la pena, tengo dos hijos maravillosos que me dan la vida'' pero recordad algo... ni los buenos son tan buenos, ni los malos tan malos.

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